Llevo años dedicando mi labor profesional a ayudar a personas. Personas de diferentes edades, de distintos lugares, con una gran diversidad de profesiones y estudios y, en definitiva, con muy diferentes situaciones vitales. Cada encuentro con cada uno de ellos, comienza con un contacto visual, a partir del cual, mantener la mirada, escuchar, estar atenta a lo que expresa con sus gestos, con su cuerpo, a cada palabra. Es empezar a recoger con calma, sin prejuzgar y sin ideas preconcebidas, aquellas posibles emociones, sentimientos y pensamientos que comienzan a aflorar, en muchas ocasiones tímidamente, y en otras, casi sin contención.
La comunicación entre personas que conectan y que quieren crecer juntas, es un sistema único y muy potente.
Durante cada encuentro, se crean momentos en el que regalar silencios y preguntas. Dar espacio a la comunicación, desde la comprensión y sin juicios, permite la creación de una energía que no se ve, que se siente, en muchos casos muy intensamente, y que produce un estado de sintonía, en el que juntos somos más que lo que somos cada uno por separado. Es comunicación entre personas que conectan y que quieren crecer juntas, es un sistema único y muy potente.
A partir de este momento, comienza un camino por el que avanzar. Es gratificante estar como acompañante y guía de esta ruta que puede ser más o menos larga, sinuosa, escarpada, pero que está por descubrir juntos. Explorar lo que está ocurriendo en nuestra mente, percibir, escuchar emociones y los avisos de nuestro cuerpo. Ir dando pasos, conocer lo que realmente somos capaces de hacer, lo que queremos de nosotros mismos y de nuestro entorno. En ocasiones, son grandes pasos, descubrimientos enriquecedores y transformadores. A veces, son dolorosos, lentos, y algunas acciones son costosas de lograr. No suele ser fácil, sí merece la pena.
De cada camino compartido recojo experiencias que forman parte de mi mochila para seguir caminando. Doy un lugar especial a los valores: he aprendido el valor de la comunicación, de la constancia y de la flexibilidad. He aprendido que la ilusión se puede alimentar.


