En muchas ocasiones, no nos damos cuenta de cómo poco a poco vamos configurando una serie de limitaciones en nuestra mente, vamos creando las ataduras, obligaciones, modos de aparentar y miedos que coartan nuestra libertad psicológica y nos lleva a sentimientos de impotencia, frustración, rabia o tristeza, a estados de sufrimiento difíciles de sobrellevar.
Son pensamientos y sentimientos que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida, de nuestros padres, educadores y personas con las que nos relacionamos, de las diferentes experiencias vividas y muchas veces, de nosotros mismos, y sin darnos cuenta nos limitan y coartan nuestra libertad para elegir y decidir qué pensar, qué sentir y qué acciones emprender.
Virginia Satir, una de las figuras más importantes en psicoterapia familiar, maestra de la comunicación humana, plantea un proceso que se inicia con las que ella llama las cinco libertades:
La libertad de ver y escuchar lo que está aquí,
en lugar de lo que debería estar, estuvo o estará.
La libertad de decir lo que se siente y se piensa,
en lugar de lo que se debería sentir y pensar.
La libertad de sentir lo que se siente,
en lugar de lo que debería sentirse.
La libertad de pedir lo que se quiere,
en lugar de tener siempre que pedir permiso.
La libertad de arriesgarse por su propia cuenta,
en lugar de optar únicamente por estar seguro y no perturbar la tranquilidad.
Para mí, el trabajo terapéutico se fundamenta precisamente en esto, en aprender a vivir la libertad.